«Veo los cielos abiertos», dice San Esteban. Abierto es lo contrario de cerrado; y para abrir hay que tener una llave; alguien tiene que abrir. El que tiene ese poder es Jesucristo. Desde ese momento ya tenemos libre acceso al Paraíso, si lo aceptamos como nuestro Salvador y vivimos conforme a lo que Él nos pide.