Pocas veces la Escritura nos presenta a Cristo gritando. La explicación de la voz que Él levanta en el pasaje que se le hoy en el Evangelio puede estar en la espesa y obstinada sordera del mundo. Pero el grito de Cristo no es en vano porque al fin trae la victoria. Cristo vence porque está unido al Padre y nosotros venceremos si estamos unidos a Cristo.