No se llega de un momento a otro a caer en la idolatría. Tres caminos resbalosos hay que evitar para que no llegue a nosotros esa plaga: la memoria selectiva, que olvida pronto todo lo que Dios ya ha hecho por nosotros; el descuido en escuchar y meditar la palabra de Dios, y la búsqueda de toda forma de vanidad o egolatría.