¿SUFRES CAOS MENTAL? La lucha Apolo vs Dionisio o el dilema de la elección racional o emocional.

Published: June 23, 2023, 1:54 a.m.

UNA NUEVA COLUMNA DE #NADADELOHUMANONOSESAJENO con María Noel Minozzo en #OTRATARDENEGRA. Con la excusa de la filosofía, hacemos buena radio. Según Umberto Eco, la mitología griega cuenta que Zeus asignó medidas adecuadas y límites justos a todos los seres, creando así un gobierno del mundo caracterizado por una armonía precisa y mensurable. Estas medidas y límites se expresaron en cuatro frases inscritas en los muros del templo de Delfos: "Lo más exacto es lo más bello", "Respeta el límite", "Odia la hybris (insolencia)" y "De nada demasiado". Estas reglas forman la base de la noción griega de la belleza, que interpreta el orden y la armonía como elementos que frenan el caos. Según Hesíodo, el mundo emergió del "bostezante Caos", pero esta visión caótica se ve limitada y protegida por Apolo, representado junto a las Musas en el frontón occidental del templo de Delfos. Sin embargo, en el frontón oriental opuesto, se encuentra representado Dionisio, el dios del caos y la transgresión desenfrenada de las reglas. La presencia conjunta de estas dos divinidades que representan fuerzas antiéticas no es casual y, aunque no se abordó hasta Nietzsche en tiempos modernos, expresa la posibilidad siempre presente y periódicamente reconocida de la irrupción del caos en la hermosa armonía. La concepción griega de la belleza presenta diversas antítesis. La primera se da entre la belleza y la percepción sensorial. Aunque la belleza es perceptible, no se expresa completamente a través de formas sensibles, lo que genera una peligrosa brecha entre apariencia y belleza. Los artistas tratan de mantener esa brecha entreabierta, pero filósofos como Heráclito la reconocen en toda su amplitud, afirmando que la belleza armónica del mundo se manifiesta como un desorden casual. La segunda antítesis enfrenta el sonido y la visión, las dos formas de percepción privilegiadas por los griegos. Esto se debe probablemente a que el sonido y la visión se pueden reducir a medidas y órdenes numéricos, a diferencia del olor y el sabor. Aunque se reconoce que la música tiene el privilegio de expresar el alma, solo las formas visibles se consideran bellas y atractivas. Por lo tanto, el desorden y la música constituyen una especie de lado oscuro de la belleza apolínea armónica y visible, y se incluyen en la esfera de influencia de Dionisio. Esta diferencia se comprende mejor si se tiene en cuenta que una estatua debía representar una "idea" y, por lo tanto, requería una contemplación detenida, mientras que la música se interpretaba como algo capaz de despertar pasiones. En resumen, la concepción griega de la belleza implica una complejidad y problemática que va más allá de las simplificaciones de la tradición clásica, y se entrelaza con antítesis. En el contexto de esta dualidad entre lo apolíneo y lo dionisíaco, es importante mencionar la visión de Nietzsche, quien exploró profundamente estos conceptos en su obra "El nacimiento de la tragedia". Nietzsche consideraba que lo apolíneo y lo dionisíaco eran fuerzas fundamentales en el arte y la cultura griega. Apolo representa el pensamiento racional y la elección meditada, buscando la armonía, la forma y la belleza ordenada. Dionisio, por otro lado, encarna lo intuitivo y la elección impulsiva, manifestando el impulso primordial, la energía desenfrenada y la liberación de las pasiones. En el Oráculo de Delfos, situado en el templo de Apolo, se entrelazaban estas fuerzas apolíneas y dionisíacas. Aunque el oráculo estaba vinculado estrechamente a Apolo, también permitía la influencia de Dionisio. Durante los rituales y las consultas, la sacerdotisa, bajo la influencia dionisíaca, experimentaba un éxtasis conectado con el caos y la energía primordial. Así, el oráculo se dedicaba a ambos dioses, permitiendo que ambas energías fluyeran y se expresaran en sus rituales y pronunciamientos.