En esta segunda entrega de la trilog\xeda de la libertad personal, a veces no son los otros los que nos condicionan o hasta "esclavizan", sino que somos nosotros los que de alguna manera sentimos que si no somos complacientes, entonces no somos valiosos o dignos de ser amados. No se puede ser libre mientras se vive dentro de una prisi\xf3n autoimpuesta. Y lo peor es que ni siquiera vamos a obtener el tan anhelado resultado; es decir, en vez de ser m\xe1s valorados por ponernos como un "tapete" o tratar de dar gusto a todos, muy frecuentemente quien toma ese camino acaba bajo el rechazo y desprecio de aquellos a los que pretendi\xf3 complacer.