Nadia Calviño se convirtió en la estrella del Congreso por un día y se erigió, tal vez sin saberlo, en el símbolo de las necesidades que tiene Pedro Sánchez en adelante. Resultó casi un ejercicio de justicia poética que la vicepresidenta, considerada por algunos entre liberal y tecnócrata, hiciera semejante oda al gasto social del Gobierno. Es decir, un mensaje de confianza a los mercados y a los españoles.