En Francia, los apasionados están dispuestos a hacer grandes sacrificios para convertirse en propietarios de uno de los más de 2.000 castillos que tiene el país. Un sueño de infancia, una herencia familiar o incluso el amor a las piedras viejas, cada uno tiene sus propios motivos. Sin embargo, una vez son orgullosos propietarios, todos se enfrentan a la misma realidad: estos monumentos son generalmente una gran carga financiera. La reforma más pequeña suele costar millones de euros. Como resultado, estos propietarios buscan soluciones innovadoras para dar vida a sus preciados castillos.