Nada mas que libros - Ernest Hemingway

Published: Dec. 8, 2021, 11:06 p.m.

b'“La carretera ascendi\\xf3 a una colina y entramos en un bosque espeso. Segu\\xeda la cuesta. A veces descend\\xeda, pero volv\\xeda a empinarse de nuevo. Todo el tiempo se o\\xedan las esquilas del ganado. Por \\xfaltimo la carretera ascendi\\xf3 a las cimas de los cerros, que era la parte m\\xe1s alta de la cadena de monta\\xf1as que se ve\\xedan desde Burguete. La fruta silvestre crec\\xeda en el lado del sol, en algunos ligeros claros entre los \\xe1rboles”.\\nFragmento de “Fiesta”.\\n\\nLa moderna literatura norteamericana nace en Par\\xeds en la casa de Gertrude Stein (1.874-1.946). Por su sal\\xf3n, decorado con cuadros famosos pasan los llamados que en la capital francesa quieren iniciarse en la creaci\\xf3n literaria. La Stein era una mecenas caprichosa, con aspecto masculino, fuerte y esquiva. Era de nacionalidad estadounidense y era una mujer culta y muy rica. En su autobiograf\\xeda nos dej\\xf3 prueba concreta de c\\xf3mo era aquella atm\\xf3sfera bohemia y c\\xf3mo surgi\\xf3 la . Si lo importante era su compa\\xf1\\xeda, m\\xe1s a\\xfan era el matriarcado que su estilo implantaba, o sea una escritura directa, descarnada y sencilla a la vez y eso era lo que precisamente Hemingway necesitaba para pulir sus pretensiones juveniles barrocas. Alice B. Toklas, el amor de su vida, le dedic\\xf3 un libro, “Autobiograf\\xeda de Alice B. Toklas” de 1.933, y en \\xe9l vemos una panor\\xe1mica parisina, con Matisse, Braque, Picasso, Juan Gris, Max Jacob y Apollinaire, entre otros, as\\xed como los reci\\xe9n llegados desterrados americanos; es un testimonio insuperable de aquel momento de esplendor creativo. Ernest Hemingway (1.899-1.961) amaba vivir la violencia y pose\\xeda un car\\xe1cter fuerte que s\\xf3lo le permit\\xeda descubrirse a s\\xed mismo en una extra\\xf1a confrontaci\\xf3n con la adversidad. Le gustaba plasmar momentos heroicos en sus novelas ; las guerras ser\\xedan una de sus fuentes de inspiraci\\xf3n y tal vez la met\\xe1fora de su propia lucha interior. Llevaba desde dentro la emoci\\xf3n de lo cotidiano y la mitificaci\\xf3n de los peque\\xf1os sucesos; su vocaci\\xf3n de periodista le hizo intentar transcribir el espect\\xe1culo de la realidad con el menor n\\xfamero posible de palabras, buscando as\\xed una intensidad expresiva que har\\xeda de \\xe9l un maestro incomparable. Segu\\xeda as\\xed la l\\xednea de los grandes realistas americanos como, por ejemplo, Mark Twain, y Gertrude Stein ser\\xeda decisiva en este proceso de decantaci\\xf3n de su estilo.\\n \\nDe su infancia en Chicago (hab\\xeda nacido en un barrio de esa ciudad, Oak Park) le quedaban unos extra\\xf1os recuerdos familiares que perseguir\\xeda toda su vida: en su obra no hay un dilema amoroso sino una extra\\xf1a confrontaci\\xf3n del h\\xe9roe con la acci\\xf3n, no hay tiempo de afectos en este mundo de , y hasta el \\xfaltimo h\\xe9roe, Santiago, el viejo que pescaba en solitario, es un ejemplo de como en Hemingway la vida es una ceremonia de intimidad: \\xe9sta es la lecci\\xf3n del h\\xe9roe de “Adi\\xf3s alas armas”, Frederick Henry, o de Harry, el protagonista herido de “Las nieves del Kilimanjaro”; incluso Robert Jordan en “Por qui\\xe9n doblan las campanas”. Hay una lucha contra el destino, el h\\xe9roe presenta heridas externas e internas, se sabe v\\xedctima de una extra\\xf1a amenaza y busca una forma de superaci\\xf3n que no siempre llega. Sus primeros cuentos ya marcan este ritmo. En “Nuestro tiempo” de 1.924, nos va a conmover por su anhelo implacable de veracidad, en un tono de patetismo inolvidable. Nick Adams es el centro de una serie de aventuras, que tienen un principio feliz y van hacia un final taciturno y triste. Le reconocemos sentado junto al . Vemos su incapacidad afectiva, su tendencia a dialogar con la naturaleza. Cuando nos entrega “Fiesta” de 1.926, ha alcanzado ya la plenitud de un estilo y nos encontramos ante un fascinante viaje que, desde Par\\xeds, concluye en Madrid, pasando por la Arcadia de Burguete y los momentos de fiesta de San Ferm\\xedn. Hemingway sent\\xeda por Espa\\xf1a un enorme amor y ese ambiente bohemio y pseudointelectual que Lady Brett congrega a su alrededor, y esos sat\\xe9lites que son Jake Barnes, Robert Cohn o Bill Gorton no son sino el ejemplo claro de un mundo que ha perdido las ilusiones. El mismo narrador, Jake Barnes est\\xe1 castrado, y desea apasionadamente a Lady Brett, constituyendo un ejemplo claro de la impotencia entre deseo y acto que tanto gusta mostrar al autor. Hay una explosi\\xf3n de sensualidad del instante, casi religiosa, como comprobamos en el fragmento inicial que nos ha le\\xeddo Antonio. Es preciso huir de Lady Brett y ese \\xe1mbito buc\\xf3lico es cono una salvaci\\xf3n. Los momentos de los sanfermines o las descripciones de Pamplona, son sencillamente magistrales.\\n\\n“Adi\\xf3s a las armas”, publicada en 1.929, es una de las cumbres de la literatura universal. Ambientada en Italia y Suiza durante la I Guerra Mundial, est\\xe1 centrada en el amor de un oficial norteamericano, Frederick Henry, por una enfermera brit\\xe1nica, Catherine Barclay. Ambos deciden huir juntos del absurdo de la guerra, escaparse a Suiza, refugiarse en las monta\\xf1as. Cuando ya han llegado a Lausana ella muere como consecuencia de un parto dif\\xedcil, Frederick queda solo y pensativo frente al cuerpo de su compa\\xf1era: . La guerra queda brutalmente descrita, los combates de Caporetto componen un mosaico tan pat\\xe9tico como el Sebastopol de Tolstoi en “Guerra y Paz”. No se puede alcanzar el para\\xedso. No es posible dejar la guerra y querer escapar con el amor. Estamos ante una novela donde el estilo alcanza sus m\\xe1s altas cotas. Espa\\xf1a aparecer\\xe1 en “Por qui\\xe9n doblan las campanas”, del a\\xf1o 1.940, como categor\\xeda de protagonista, complet\\xe1ndose as\\xed la visi\\xf3n que di\\xf3 en ella en otras obras. El t\\xedtulo es de un poema de John Donne, en el que simplemente nos advierte que no preguntemos por qui\\xe9n doblan las campanas, ya que en realidad est\\xe1n sonando por nosotros. Esta met\\xe1fora, iniciada con aquella frase nos remite a una pretensi\\xf3n de Hemingway por unir amor y muerte, dando as\\xed una visi\\xf3n de la guerra donde el amor es parte fundamental. Robert Jordan es un americano que est\\xe1 en Espa\\xf1a y se enamora de Mar\\xeda; durante tres d\\xedas, tiempo de la novela, va a vivir con intensidad el encuentro con unos valores de hero\\xedsmo que en \\xe9l estaban ocultos. Su actitud ante la muerte es metaf\\xedsica : , piensa el protagonista.\\n\\n\\xc1frica tambi\\xe9n fue fuente de inspiraci\\xf3n de Hemingway que la frecuent\\xf3 en sus safaris. “Las nieves del Kilimanjaro”, que apareci\\xf3 en la revista Esquire en 1.936, va a convertirse en uno de los relatos m\\xe1s bellos de toda su obra. Un escritor, Harry, est\\xe1 agonizando frente a la mole inmensa del Kilimanjaro. En su agon\\xeda, tras cientos de recuerdos que se hilvanan en su mente, va a so\\xf1ar que asciende a las cumbres nevadas. Aparece el pasado, momentos dedicados a otros escritores, como la menci\\xf3n a Scott Fitzgerald, llena de compasi\\xf3n, instantes de soledad y amargura trenzados con la pat\\xe9tica atm\\xf3sfera de la muerte. Hay una magia m\\xedstica en todo el relato: >. El tema de la caza, que se repetir\\xe1 en “Las verdes colinas de \\xc1frica” de 1.936, se une con una b\\xfasqueda entra\\xf1able de eternidad. Se funden en la mente del escritor herido miles de recuerdos y en las p\\xe1ginas de la novela nos encontramos ante la ceremonia de conversi\\xf3n de lo cotidiano en lo m\\xedtico, y estas sensaciones sobre las que se deb\\xeda haber escrito son el eje central de una nueva literatura que no se hizo. Harry est\\xe1 herido, como Frederick Henry o como Robert Jordan y esta incapacidad de respuesta nos llena de una amargura sin l\\xedmites; es la apoteosis de la inacci\\xf3n, la necesidad de hacer un examen de conciencia, cierto que no en los tonos religiosos en que los hace James Joice, sino con una infinita nostalgia, una belleza del pasado casi redentora.\\n\\nEra preciso llegar a “El viejo y el mar”, publicada en 1.952, para poder comprender hasta qu\\xe9 punto Hemingway es un autor magistral. Si repasamos sus obras podremos ir advirtiendo que hay un proceso de individualizaci\\xf3n; por ello cuando llegamos a la historia de este viejo que pesca en el Caribe, no estamos sino ante una imagen que nos revierte lo mismo a Harry, como, por supuesto, a Nick Adams. Santiago es el s\\xedmbolo del esfuerzo humano por subsistir, tiene tinte emersionanos en su conducta, se nos muestra como una figura casi religiosa. Leemos: >. Este arranque nos funde la “Biblia” en una alegor\\xeda robinsoniana de la lucha contra la soledad. Santiago vive errante en su sue\\xf1o por subsistir y triunfar, es el h\\xe9roe solitario por antonomasia, lo podemos aproximar incluso a Cristo y no alejarlo de aquella imagen del viejo marino de los poemas g\\xf3ticos del XIX. Hay en su conducta un amor indecible por la naturaleza, nos recuerda el de las “Florecillas” de San Francisco de As\\xeds, posee una bella aureola de redenci\\xf3n y sometimiento a la vez. Esta es su mayor ense\\xf1anza moral: . La ternura y la bondad de Hemingway por lo min\\xfasculo, y hasta por lo indefenso, alcanza ahora una aureola de vibrante belleza. \\n\\nLo que m\\xe1s asombra en este modo de narrar de Hemingway es su capacidad para extraer situaciones literarias de la vida cotidiana. Del mismo modo que Robert Jordan en “Por qui\\xe9n doblan las campanas” pasa de una situaci\\xf3n b\\xe9lica a una confrontaci\\xf3n con su destino moral, Santiago en “El viejo y el mar” puede hacer un ejercicio consistente en convertirse en un aut\\xe9ntico ap\\xf3stol de los oprimidos. Su mismo final, durmiendo y so\\xf1ando con \\xc1frica, tiene el valor de un ritual de catarsis y casi nos parecer\\xeda un cierre religioso si no tuviera ecos de “robinson Crusoe”. El lenguaje acepta estas normas y se constituye en expresi\\xf3n \\xedntima de la subjetividad. Tambi\\xe9n existe una ceremonia al ensalzar el oficio humilde: . Esta mirada de Santiago es la manera de extasiarse con el espect\\xe1culo sublime de la Creaci\\xf3n; un hombre solo intenta con sus medios abrirse paso en la vida: he aqu\\xed unas bases que nacidas de Emerson se van adue\\xf1ando del esp\\xedritu americano, que predica la doctrina del , y hacen de Santiago un ejemplo singular y fascinante de la lucha contra la adversidad. El final de “El viejo y el mar” tiene ecos de cr\\xedtica social. Los turistas representan a los que no saben comprender la humildad aunque sean testigos impasibles de la destrucci\\xf3n de los humildes: . Esta descripci\\xf3n est\\xe1 marcada por la p\\xe9rdida de lo deseado en Santiago. La obra concluye as\\xed: . Esta forma de concluir un texto nos muestra hasta qu\\xe9 punto su autor hace del sue\\xf1o una evasi\\xf3n de la realidad. Hemingway tambi\\xe9n buscaba el objeto redentor; lo busc\\xf3 en guerras y continentes sin encontrarlo. “El viejo y el mar” puede ser una met\\xe1fora de esa ardorosa necesidad de encontrar lo que m\\xe1s necesitamos y que los dem\\xe1s, la sociedad, nos arrebatan.\\n \\nNo podemos dejar a Ernest Hemingway sin mencionar “Par\\xeds era una fiesta”, publicada, postumamente, en 1.964. Los a\\xf1os de artista adolescente como escritor en Par\\xeds, son recordados con una nostalgia realmente apasionante. Hemingway nos ofrece un cuadro donde intervienen Gertrude Stein, Ezra Pound, Scott Fitzgerald y tantos m\\xe1s; nos da la mejor descripci\\xf3n de aquellos a\\xf1os, cuando surge la llamada “generaci\\xf3n p\\xe9rdida”. Es adem\\xe1s un bello documento sobre las dificultades de la creaci\\xf3n, sobre el oficio de escritor, narrado con una humildad franciscana. Un bello libro que nos hace pensar en las mejores l\\xedneas de nuestro autor y un gran testamento espiritual. Hay una poes\\xeda especial en el texto adem\\xe1s de estar ante una aut\\xe9ntica confesi\\xf3n y el nombre m\\xe1gico de Miss Stein, acaba de aparecer junto a una sinfon\\xeda de colores y situaciones que componen de por s\\xed una atm\\xf3sfera inolvidable que Hemingway convierte casi en milagro. El estilo de “Par\\xeds era una fiesta” es prodigioso. En la obra nos encontramos ante la forja de un escritor; Gertrude Stein le est\\xe1 ense\\xf1ando c\\xf3mo alcanzar el estilo magistral, sencillo e intenso que \\xe9l va a aprender. La iron\\xeda tambi\\xe9n es el mecanismo obvio del maestro, como se cita en un fragmento del libro: . Esta, digamos, prohibici\\xf3n, que tiene ra\\xedces muy americanas ya que la Stein quer\\xeda componer ella misma su propia tradici\\xf3n, que ya se sugiere en “Tres vidas”, y as\\xed dejar al descubierto toda una tem\\xe1tica nacional que incluir\\xeda obras como “El ascenso de Silas Laphan” de William Dean Howells, “Martin Eden” de Jack London o “La roja insignia del valor” de Stephen Crane. En esta obra la iron\\xeda se cierra sobre s\\xed misma; es una novela de costumbres donde Paris y Hemingway son sus m\\xe1s \\xedntimos protagonistas.\\n\\nLa obra de Hemingway tal vez debe ser comprendida como una especie de romanticismo moderno, que a\\xfana el sentido del honor, la acci\\xf3n, el amor, el escepticismo y la nostalgia como sus vectores principales. Sus relatos incorporan un nuevo tipo de realismo que, aunque tiene sus ra\\xedces en el cuento norteamericano del XIX, lo transforma hacia una cotidianidad dura y a la vez po\\xe9tica, que influir\\xeda enormemente en grandes narradores posteriores. Ernest Hemingway recibi\\xf3 el premio Nobel de literatura en 1.954. En la madrugada del 2 de Julio de 1.961, el autor se suicid\\xf3 dispar\\xe1ndose con una escopeta de caza. Ten\\xeda entonces sesenta y un a\\xf1os.'